sábado, 4 de junio de 2016

EL MUNDO COMO DULCE DE LECHE

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Las personas que poseen la torpeza en el ADN atraviesan el mundo como quien nada en dulce de leche. Yo soy uno de esos sujetos. En donde otros fluyen en plena armonía con el entorno yo me llevo por delante incluso lo que está fuera de mi camino.
Si se cae al piso una tostada (que se caiga una tostada ya es algo, imaginate...) siempre va de culo, o sea, con el queso o mermelada para abajo. Y si yo soy quien soy, y lo soy, al levantarme para limpiar el enchastre pisaré la tostada y me resbalaré llevándome con la mano alguna otra cosa de la mesa.
Un movimiento simple, por ejemplo, sacar un tenedor del cajón correspondiente, puede culminar con la mano entrampada en la cafetera eléctrica y el tenedor describiendo una elegante parábola que lo depositará en el insterticio que apenas se abre entre la mesada y la heladera, abismo en donde no puede acceder ningún implemento y que motivará una remoción mayor a los efectos de recuperar el mentado tenedor.
Si uno quiere ponerse las chancletas de apuro, logrará quedar enredado en los pliegues del acolchado, con las sábanas amorzadando la boca que apenas respira porque de pasada se llevó una media usada que nadie sabe cómo llego a ese puesto en la cadena alimentaria.
Así son nuestros días.
Y los otros mortales, los que sin conciencia de su suerte transitan el mundo despreocupados, no pueden comprender, no podrán comprender, la dimensión de nuestro esfuerzo para permanecer, al menos, vivos. 

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